María del Pilar de la Rúa Tarín, catedrática de Zoología y Antropología de la Universidad de Murcia, será una de las académicas invitadas al ciclo de ponencias de la I Feria Apícola Internacional de Zamora Meliza que se celebrará en el recinto ferial de Ifeza entre el 15 y el 17 de febrero.
–¿A qué nos referimos cuando hablamos de abeja ibérica?
–La subespecie de la abeja de la miel que tenemos en la península, tanto en España como en Portugal y en algunas islas mediterráneas, se llama «Apis Mellifera Iberiensis». Esta subespecie tiene unas características muy particulares derivadas del hecho de que apareció como resultado de un contacto entre las poblaciones del norte de Europa y del norte de África en la Península Ibérica a lo largo de las glaciaciones y de la evolución. Es una de las especies de abejas más estudiadas de todas las treinta que hay y se sabe muy bien cuáles son las características moleculares, tanto morfológicas como de adaptación a los diferentes climas que hay en la península.
–¿Por qué es importante su conservación como hace referencia en el título de su charla?
–En mi conferencia quiero presentar las evidencias de su buena adaptación para los sitios donde vive y también avisar de los peligros que tiene a veces la introducción de las abejas de otros orígenes, sobre todo cuando no están muy controladas.
–¿De qué sitios hablamos?
–La abeja melífera es ubicua, está presente en todos los sitios y es manejada por los apicultores en sus diferentes colmenas, aunque es el polinizador por excelencia. En una sola colmena que se está empezando a desarrollar por ejemplo ahora para aprovechar la primavera puede haber 30.000 o 50.000 abejas.
–Pero aun así está en riesgo…
–Sí, hay apicultores que trabajan con las poblaciones locales que ha habido en su tierra desde hace miles de años y sin embargo hay otros apicultores que introducen abejas de otros orígenes, las compran de fuera de España, desde Estados Unidos, Italia, países sudamericanos e incluso Australia.
–¿Por qué motivo?
–Los apicultores, como ganaderos que son, van buscando mejor el ganado. Y muchas veces compran abejas pensando que van a producir más miel o se van a adaptar mejor siendo más resistentes a enfermedades pero algunas veces no es el caso. El problema es que muchas veces esas introducciones no son controladas y pueden traer algunos patógenos.
–¿La avispa asiática también fue introducida de esta forma?
––No, esta fue de forma accidental por un barco que apareció con un nido en Francia y de ahí se ha dispersado. Es un peligro nuevo que está acechando a la abeja ibérica y esta no sabe cómo responder o cómo atacar. No soy experta en la Vespa velutina porque además es un parásito de un impacto muy reciente, pero ahora cada vez hay más estudios sobre todo de grupos de investigación de la zona de Galicia donde supone un peligro muy importante para la apicultura.
–Entonces, ¿qué peligros puede conllevar la importación de otras abejas?
–Aparte de la avispa asiática, ahora hay un escarabajo que ha sido introducido de forma involuntaria en Italia. Estos casos siempre suponen una llamada de atención para tratar de evitar introducir abejas de distintos orígenes sin hacer una cuarentena. No se sabe si en ese paquete de abejas con un trocito de panal que el apicultor compra puede haber una larva de este escarabajo. A España todavía no ha llegado pero hay que tener cuidado porque no se sabe cómo responderá la abeja ibérica.
–¿Qué ventajas tienen frente a las foráneas?
–Lo primero que hay que decir es que es son abejas que llevan muchísimo tiempo aquí y están muy adaptadas a las condiciones climatológicas de la península, aunque su proceso de adaptación también se está modificando por el cambio climático. Pero lo que es cierto es que están adaptadas a las diferentes floraciones que hay porque sus comportamientos se ven reflejados en la colmena. Por ejemplo, cuando comienza la floración del almendro en Murcia, en las colmenas ya vemos cría, eso es porque ya están empezando a producir obreras para que salgan al campo a aprovechar el néctar y el polen del almendro que ya está en flor.
– ¿Cómo les está afectando el cambio climático?
–Hoy (por ayer) por ejemplo en Murcia tenemos de máxima 24 grados y estamos en febrero. Esto afecta a las abejas en el sentido de que ven que hace buen tiempo y salen porque la floración está empezando, pero si de repente cae una helada y las flores se hielan, las abejas ya han empezado a desarrollar esa cría y de repente tienen que paralizarla. También es cierto que tienen esa capacidad de soportar todo este tipo de factores de cambios a corto plazo, pero el problema es cuando estamos enfrentándonos a cambios que ya en algunos puntos de España son importantes porque hablamos de desertificación. Ya no es que haga más calor o menos, es que no hay flores, no hay plantas. Ahí sí que es un problema muchísimo más grave.
–A su juicio, ¿se está haciendo algo para conservar la abeja de la península?
–Sí, hay diferentes iniciativas y programas de conservación que parten sobre todo de muchas asociaciones de apicultores. Los que iniciaron un poco toda esta aventura hace veinte años fueron los de las Islas Canarias porque allí la abeja está muy adaptada a las condiciones particulares de las islas. Ahora hay otros programas y cada vez más interés, en el País Vasco también hay una iniciativa muy interesante y también la zona de Aragón gracias a los apicultores de Huesca. Yo creo que cada vez hay más interés por trabajar en las poblaciones locales porque se está reconociendo y haciendo estudios que demuestran que las abejas son más productivas cuando están adaptadas a las zonas donde han vivido siempre.
–¿Goza la apicultura de su merecido reconocimiento? ¿Es la población consciente de su importancia?
–Yo creo que sí, ahora se está moviendo mucho. Cada dos por tres hay alguna noticia en los medios de comunicación sobre este insecto paradigmático que todos hemos estudiado en el colegio. Yo creo que la gente sí es consciente, lo que pasa es que algunas veces esa sensibilidad hay que transmitirla a quienes toman las decisiones por ejemplo a la hora de aplicar determinados productos en el campo como pesticidas de nueva síntesis, que no se sabe todavía muy bien cómo funcionan con los insectos. Ahí sí es donde echo en falta cierta sensibilidad, aunque también desde la Unión Europea se están haciendo muchos estudios con gran ímpetu para estudiar este problema.
–¿Desea añadir algo más?
–Durante la conferencia, también comentaré una serie de proyectos que estamos llevando a cabo en la Universidad de Murcia, uno de ellos a nivel europeo, precisamente para evaluar los factores estresantes para las abejas, como los agroquímicos o el monocultivo.